Los orígenes de Majoral: la Formentera de los años 70
El esplendor de Formentera cautivó a Enric Majoral y Dolors Ballester cuando llegaron a la isla en los años 70. Descubrieron un espacio en el que construir una vida diferente de la que el mundo les imponía.
Con una superficie de poco más de 83 kilómetros cuadrados, la Isla de Formentera sobresale en el paisaje mediterráneo como un paraíso donde la naturaleza se muestra con toda su grandiosidad. A pesar de sus pequeñas dimensiones, la isla de Formentera ha sido un enclave de la historia de la humanidad desde el año 3000 aC. Son testimonio de la historia de la isla los restos en Sa Cova des Fum, en los acantilados de La Mola, ya habitadas en la Edad de Bronce. Las islas Pitiusas absorbieron las influencias de las culturas fenicias, cartaginesas, romanas y árabes que las poblaron sin mancillar su paisaje salvaje.
Enric Majoral explica que al llegar a la isla “Si escuchabas atentamente los sonidos del aire podías intuir las voces de los fenicios y los romanos. Eso define el gran silencio que nos acogía, era tan inmenso, que realmente podías imaginar y sentir lo que quisieras.
La Formentera de los años 70: un lugar mítico
“A inicios de los años 70 la isla de Formentera contaba con poco más de 3.000 habitantes. Muchos de los elementos arquetípicos de la cultura y el paisaje mediterráneo habían quedado preservados de toda contaminación por lo que sus habitantes vivían una vida sencilla, en contacto directo con la naturaleza.
Esa forma de vida y la belleza pura de sus paisajes atrajo a jóvenes, que inspirados por los valores del movimiento hippie, deseaban reinventar una forma de vida libre de complejos. Fue justo en ese contexto en el que Enric Majoral y Dolors Ballester desembarcaron en la isla.
Lejos de los centros de poder político, la isla supo acoger a los artesanos, artistas y creadores que llegaron a la isla para quedarse. La novedad coexistió con el estilo de vida relajado que aún hoy caracteriza a la isla de Formentera. “Fue un amor a primera vista. En Formentera encontré un lugar mágico, donde me sentía cómodo y me incitaba a crear el estilo de vida que realmente quería”, asegura Enric Majoral.
El silencio de la isla
La vida en la Formentera de los años setenta era, sobre todo, sencilla y austera. “Nos instalamos en una pequeña casa sin agua corriente ni electricidad, y era el lugar perfecto para crear nuestra familia”, asegura Enric.
El misticismo de la isla, todavía vigente hoy en día, no solo permitió a Enric y Dolors encontrar en Formentera un lugar donde tener la vida que querían; sino que también fue el entorno que propicio el desarrollo de su yo artístico. “En los años setenta, en Formentera había un silencio espectacular que te dejaba volar la imaginación”, asegura Enric Majoral. Sus playas salvajes, la simbiosis entre la naturaleza, la cultura y la ciudadanía de Formentera, y el estilo de vida pausado y tranquilo eran cautivadores.
Los inicios de Enric Majoral fueron autodidactas, fusionando intuición y oficio para crear un lenguaje compartido a través de la joyería. La isla de Formentera está siempre presente en la joyería de Majoral, la naturaleza y su carácter impregnan unas creaciones singulares por su atemporalidad minimalista.
La Mola: espacio de creación y encuentro
A mediados de los años 80, la localidad de el Pilar de La Mola es ya un espacio cultural en el que viven artesanos, arquitectos, artistas y diseñadores dedicados a conectar con otras formas de hacer y entender su labor creativa.
Con la voluntad de generar un espacio de comunicación e intercambio, el año 1984 se funda el mercado de la Mola, una feria de arte y artesanía que funciona también como punto de encuentro para los miembros de esa comunidad dispersa. Enric Majoral fue uno de sus impulsores.
Años más tarde, en 1998, cerca de la ya histórica feria de arte y artesanía, Majoral inaugura un espacio singular en el que se unen el taller de joyero y un espacio de exposición y venda. Una tienda-taller que se ha convertido en uno de los referentes culturales de la isla.
“Formentera todavía es virgen en muchos aspectos”, asegura Enric. Majoral se mantiene fiel al entorno de sus orígenes. Formentera no es solo su fuente de inspiración, es también un espacio de reconstrucción y regeneración, de renovación de energías.